sábado, 30 de abril de 2011

jueves, 28 de abril de 2011

Hoy en la ducha no paraba de repetir: soy responsable, soy responsable, soy responsable.

Todos deberíamos poder, por lo menos un día cada 6 meses, repetir mientras nos bañamos: me importa todo un carajo, me importa todo un carajo...

Y que ese día así sea.

miércoles, 27 de abril de 2011

En mi departamento tengo dos hornallas; una está como mal regulada y el fuego es demasiado fuerte para cocinar, la otra funciona correctamente.
Si bien las tengo identificadas y sé muy bien que no debo usar la del fondo, se me olvida y la uso igual.
Algo parecido me pasa con los hombres. Sé que si al principio me es perjudicial, no hay razón para que con el tiempo cambie. No va a ser menos celoso en tres meses o a demandar menos en una semana; como la hornalla tampoco va a dejar de quemar mis milanesas de soja.

Y así nos seguimos llenando de humo

lunes, 25 de abril de 2011

You are the last drink I never should have drunk
You are the body hidden in the trunk
You are the habit I can’t seem to kick
You are my secrets on the front page every week
You are the car I never should have bought
You are the train I never should have caught
You are the cut that makes me hide my face
You are the party that makes me feel my age.

martes, 19 de abril de 2011

Me siento muy orgullosa de mi misma; hace una semana que tengo un frasco de Nutella en casa y todavía no lo termino. Creo que ésto del autocontrol o muerte, está funcionando.

viernes, 15 de abril de 2011

Jack Torrance maneja un taxi en La Plata

El taxista, muy desenvuelto, me dice al bajar

-Ahora que sé dónde vivís, nos vamos a ver seguido.



jueves, 14 de abril de 2011

Mientras iba en el colectivo leo un cartel con la imagen de un político, por lo menos para mi, desconocido, en compañía de la siguiente frase: El futuro ya llegó (el acento es regalo mío).

¿No se dan cuenta que ese tipo de slogan sin fundamentos los hace parecer más tránfugas?

Nunca una propuesta, algo que los avale, no. Ellos prefieren oraciones vacías, que no digan nada y súper trilladas.

Se dice por ahí que los políticos son una especie cada vez más boluda.

miércoles, 13 de abril de 2011

Vieron cuando algo te gusta mucho, pero mucho y querés que todo el mundo lo lea?. Bueno, así.

Lo primero que me trae a la mente la palabra “tocar” es mi amiga Gimena, compañera de colegio, en el viaje de egresados, el último año de la secundaria. Y más específicamente el ómnibus que nos llevaba de vuelta al hotel, después de una excursión al Cerro Catedral. Mientras los demás se habían deslizado montaña abajo en unos trineos de plástico, los varones más escépticos nos habíamos escondido a fumar y a mear en la nieve, detrás de una cabaña de troncos. Yo fumaba y hacía como que vigilaba que no viniera un profesor, pero en realidad la miraba a Gimena que estaba con un suéter violeta, riéndose y sacándose fotos con las otras chicas.

Cuando nos hicieron subir de vuelta al ómnibus, logré sentarme en el fondo. No la vi venir. La vi cuando me pasó por arriba de las rodillas y se sentó a mi lado, contra la ventana. Me pasó por arriba, de frente, agarrándome fuerte del pelo, con saña y con cariño. Acá tengo que aclarar que Gimena había estado de novia con uno de mis amigos y por eso mismo estaba prohibida para mí. Nos tocábamos muy casualmente, sólo como amigos, pasándonos un brazo sobre el hombro alguna vez, cuando caminábamos todos juntos. Y uno de los últimos días de clase, cuando varones y mujeres cambiamos ropa para salir travestidos al patio, yo cambié ropa con ella. Mis pantalones grises le marcaban el culo redondo y mi corbata le caía en diagonal por la pendiente de sus tetas.

Gimena se desplomó a mi lado. El cotorreo en el ómnibus duró poco. Ya estaba oscureciendo y nadie había dormido más de cuatro horas la noche anterior. Los sacudones del camino de montaña empezaron a arrullarnos. Gimena dijo “¿Me puedo poner así?” y, sin esperar que yo le contestara, recostó su cabeza sobre mi muslo izquierdo. Me quedó el brazo de ese lado en el aire; no sabía dónde apoyarlo. Todo era demasiado comprometedor: su cadera, su panza, hasta su hombro, porque para poner mi mano en su hombro tenía que posar mi antebrazo sobre sus tetas. Así que, alarmado, puse mi mano sobre el apoyabrazos de adelante, pero quedaba tan ridículo que traté de apoyarme en la ventana hacia un costado y entonces Gimena me agarró la mano y me la hizo apoyar, con toda la naturalidad del mundo, sobre la lana violeta de su suéter.

“Tenés las manos calientes”, dijo bajito. Y acurrucó sus dedos fríos en el hueco de mi mano. Yo le envolví la mano dándole calor. De golpe entrelazamos los dedos y, de a poco, las manos empezaron casi a tener vida propia, como dos animales que se estudiaban y se recorrían, como dos perros en la plaza, arrojándose uno encima del otro. Yo no sabía que se podía sentir tanto, solo con la mano. Nuestras manos se buscaban, se apretaban. De pronto era todo muy suave; yo le acariciaba el centro de la palma con el pulgar, o ella me hacía estirar la mano y me recorría los dedos; y de pronto era todo muy fuerte casi como una pulseada, un forcejeo.

Nadie nos veía. Yo miraba hacia el pasillo. De vez en cuando se levantaba alguien que cambiaba de asiento. Me acuerdo de la sensación de estar como cogiendo, pero solo con una mano, mientras el resto del cuerpo simulaba estar vestido, discreto y sentado entre los amigos del colegio. Era todo tacto, encendiéndome el cuerpo entero de los pies hasta la nuca. Yo no sabía que cabían tantos besos en una mano. El roce mínimo de sus dedos era la mariposa que del otro lado del mundo provoca el terremoto. Todas mis terminaciones nerviosas parecían estar alertas. El bulto en mi pantalón había crecido hacia un costado. El pelo de Gimena estaba derramado en catarata sobre mi pierna. Entonces, con la otra mano le pasé los dedos por el pelo. Le toqué suavecito la cabeza.

Las manos entrelazadas se calmaron un poco. Quedaron apoyadas exhaustas en la panza de Gimena. Parece una exageración pero fue así. Faltaba que cada mano se fumara un cigarrillo en la oscuridad del ómnibus. Pero el envión exploratorio seguía en mí. Le toqué el suéter, le recorrí la cintura por fuera del jean, esas costuras y remaches y bolsillos. Le busqué con el dedo índice la piel de la cintura entre el suéter y el jean, apartando capas de ropa. El suéter, y abajo un buzo creo (iba adivinando como un ciego), y abajo una remera que a esa altura estaba metida en el pantalón. Un poco más cerca de la panza, la remera estaba fuera y por fin le encontré la piel. Con dos de mis dedos acaricié un centímetro cuadrado de la panza de Gimena, que se hacía la dormida.

Fue lo más suave que toqué en mi vida, como mármol blando, como hielo caliente, la panza plana, abajo del ombligo, los cinco dedos tocando su piel, hasta el límite del elástico de la bombacha, un límite infranqueable, el hueso de su cadera, la pelusa casi imperceptible de la piel a lo largo de esa línea, y mi dedo que empujó el elástico, un poco, un dedo debajo de la tensión del elástico, dos dedos, más allá, avanzando, unos pelos más gruesos y ella de golpe se puso de costado, se ovilló acercando las rodillas al pecho. Dejé la mano del delito sobre su suéter, asustado, casi pidiéndole perdón y Gimena me la agarró y se la llevó a la boca. Se metió mi dedo en la boca. La boca mojada, la lengua, los dientes. Me chupó dos dedos, me dio como unos mordisquitos primero, hasta que me mordió fuerte. Me hizo doler. Y me siguió mordiendo despacio el pulgar, el borde de la mano. Después me volvió a agarrar la mano y la apretó contra ella, como cerrando el asunto, hasta que encendieron las luces del interior del ómnibus y hubo unas quejas de los encandilados y nos soltamos.

Cuando llegamos al hotel, ella me volvió a pasar por arriba y al oído me dijo “¡shh!", para que todo quedara en secreto entre nosotros. Yo cumplí, porque esta es la primera vez que lo cuento. Lo demás fue tristeza. Gimena se arregló con mi amigo antes de que terminara el viaje.

Pedro Mairal

martes, 12 de abril de 2011

Últimamente funciono a batería de litio. Puedo estar bien arriba y al rato en el subsuelo.
El 2011 me trajo una bocha de proyectos copantes y energía positiva, pero por otro lado, cada vez me está costando más volverme de mi casa, a un monoambiente oscuro, cerrado (que al mismo tiempo no quiero dejar), a la rutina, a los amigos de acá que siento lejos pero porque a ellos también les sale sus oportunidades geniales.
Ciclotímica, sensible e incapaz de conformarme y decidirme. Así ando.

O así andamos (mi blog y yo).

sábado, 9 de abril de 2011

Decidirme de una buena vez o apelar al suicidio.

Y de repente me di cuenta.

Estudiar cine no me va a hacer más interesante, ni más linda, ni estrella de Hollywood o mejor amiga de Sofia Coppola.


No.

viernes, 8 de abril de 2011

Si nunca escuchaste a tus padres hacerlo, no sabés lo que es sentir la verdadera incomodidad.

domingo, 3 de abril de 2011

Lock the blog

Mi blog es lo que el diary a Bridget Jones.

Cuando quiera lapidar mis posibilidades con alguien, sólo debo redirigirlos a ésta página y tendré a un posible Mark Darcy corriendo en modo nitro.

Puro conocimiento empírico, te digo. Sabés el microsegundo que tardó un lindo barbudo en dejar de hablarme después de leer mis desvariaciones?

Así que ya saben, la primera impresión es la que cuenta... Lock the blog.

viernes, 1 de abril de 2011

The Office - 07x19 Garage Sale

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He aquí el mejor capítulo de la séptima temporada. Uno de los mejores capítulos de la serie. Emotivo, cómico, triste, nostálgico y todo en su justa medida.
Llegó el día en que todos en Dunder Mifflin se sienten como Michael siempre soñó: una familia.

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La trama principal se basa en Michael planificando la proposición de matrimonio a Holly; sus locas ideas (como querer escribirselo con fuego en el estacionamiento) llevan a el grupo de los más "equilibrados": Jim, Pam, Ryan y Oscar, a juntarse en la sala de reuniones a ayudarlo a pensar en cómo hacerlo
Abajo, en el depósito, toma lugar la venta de garage de la oficina y podemos ver a un Dwight muy habilidoso en el ejercicio del trueque y a un Jim más habilidoso aún en hacerle bromas. Todo lo que sucede ahí abajo aporta la cuota justa de humor para que, con todo lo emocional que sucede arriba, no nos olvidemos que ésto es una comedia.

Holly decide volverse a Colorado por problemas familiares y le pide a Michael que la acompañe mientras le sugiere casamiento. Michael huye despavorido y de ahí una de las mejores frases del episodio:

"No, I am not going to be proposed to in the break room! That is not going to be our story. Shoulda burned this place down when I had a chance!"

Todo lo que sigue nos lleva al final, el momento de la fotografía de arriba, cuando Michael le propone casamiento a Holly, convirtiéndolo en uno de las mejores, sino la mejor, escena de proposición en toda la televisión moderna.

Comienza con un recorrido por las instalaciones de la oficina donde Michael le recuerda a Holly (y a nosotros) todos los momentos importantes en su relación (increíble cuando le dice que en esa habitación tuvo el día más feliz de su vida porque fue donde Toby le avisó que se iba a Costa Rica) y deja en claro lo importante que fue ese lugar en sus vidas. Luego abre una puerta que descubre a todos los compañeros de trabajo cargando velas y haciéndole la gran pregunta (excusa para que Michael pueda tirar desopilantes frases), para que, finalmente, entren al anexo y Holly se sorprenda con cientos de velas. Para entonces, tanto Michael, Holly, los demás y nosotros, lloramos a mares. Michael se arodilla, el humo de las velas activa el detector incendios largando agua en forma de lluvia y aparece por fin la proposición (imitando la voz de Yoda).
Los guionistas no nos dejan disfrutar de tal escena más de 10 segundos, en los que Michael, luego de recibir el sí y festejar con sus amigos, demuestra que tiene el corazón más grande, incluso, que su insensatez y transmite la decisión de dejarlo todo para irse con Holly a Colorado. Es ahí cuando las lágrimas caen pero de tristeza.
Este podría haber sido el último caoítulo de Michael Scott y me hubiera quedado contenta. Perfecto, en todo sentido.

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Welcome back Miss April, Hope you feel all right
You've had a long vacation, from real life
Well it must've been hard, and it must've been good
and it must've been nice to be understood...