martes, 22 de febrero de 2011

Negro y blanco. Luz y oscuridad.

Así empezó el cine. Esos dos tonos cromáticos, esa dualidad.

Así es el cine. Es lo que se ve y lo que no se ve. O mejor dicho, lo que nos dejan ver y lo que nos ocultan. Es una construcción humana.

Las personas somos ambiguas, cambiantes. Tenemos un interior y un exterior.

Con exterior no me refiero a la apariencia física, sino a la apariencia atada al ser, a cómo nos comportamos, relacionamos, mostramos.

Eso es lo conocido, lo aparente.

Sin embargo, lo interesante está en el interior. En lo que subyace y es capaz de no asomarse a la luz ni cuando estamos solos, para actuar en silencio y manipularnos.

La misma vida en sociedad lleva a intentar cegar lo introspectivo: a ver todo blanco, y cuando la oscuridad se expande sobre la luz se castiga, se repudia.

Pero como ya dije, el cine es una extensión subjetiva del hombre, y uno de los espacios para plasmar lo negro.

Bañar de luz lo oscuro, pero no para apaciguarlo, sino para que sea visto con más fuerza.

Hoy vi Black Swan (el Cisne Negro) y hace mucho que no salía con la mente tan revuelta del cine.

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2 comentarios:

  1. Che que mierda les pasó a tus fotitos cools? T_T.Maldita rana.Me encantó lo que escribiste,yo quiero ver Black Swan,me muero por ir.Está buena?.Saludos linda :D

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  2. tu cabecera+scarlett=me has conquistado

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